A veces la vida no nos acompaña y
nos regala una música de acordes disonantes, que ensombrecen el alma y
destemplan el cuerpo.
Por eso, Vida, susúrrame al oído
nuestra canción, erízame la piel con ella, devuélveme el hechizo que un día me
embrujó.
Abrázame cálido, suave, dulce,
fuerte, tu abrazo largo y caliente de otros tiempos, amárrame firme entre tus
brazos y vuelve a besarme en la boca como entonces. Como nunca nos besamos.
Paséame en volandas por las
calles de Madrid y riámonos juntos de la vida, Vida.
Y hazme soñar bonito oyendo un
cuento nocturno de tu voz, de hadas y bosques encantados, de princesas
hechizadas y sapos embrujados en charcas milenarias, mientras con tus manos mimas
y acaricias mi cuerpo, mi piel.
Mi Vida.
Los besos más dolorosos son aquellos que no se dieron y los más curativos los soñados, que algún día aterrizan dulcemente sobre la pista de nuestros labios, esos besos maravillosos, que no hay que desesperar y están aún por llegar. Besos...besos...
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