Vivir con un impostor es indecente. Pensar cuánto tiempo he vivido en esa mentira me resulta obsceno.
Me avergüenza y me humilla sentir
cómo me ha usado.
Saber que he sido su
plan de pensiones, la nómina fija y el aval que le abría las puertas de los bancos.
Y me indigna haber sido la
pagadora de putas, rameras y fulanas.
Caer de golpe es duro, muy duro y abrir los ojos un poco cada día es mucho más duro y doloroso aún.
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